Capitulo dedicado a Lucia... me matan sus comentariooss! :D
Maria Flor (@LalaEsposito_MF)
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La puerta se abrió... Ella intentó
moverse, gritar, hacer algo. Entonces vio que era Peter, calado, mojando el
suelo, con una toalla alrededor del cuello. Él era el misterioso nadador
nocturno.
-¡Me has dado un susto de muerte! -le
dijo ella mientras se ponía la mano en el corazón para intentar aminorar el
ritmo de los latidos.
-¿Qué haces levantada? -preguntó él,
frotándose el pelo con la toalla. La luz de la luna se reflejaba en los planos
de su cara y en sus músculos al moverse.
-Supongo que es por la diferencia
horaria. ¿Eras tú el que estabas nadando en el mar?
-Sí. Me sobraba energía y hay una luna
estupenda -se acercó a ella. A la suave luz, parecía que no era real, que
acababa de salir de un sueño-. Es algo más que la diferencia horaria - dijo,
observando su cara atentamente-. Estás haciendo eso con tu labio inferior.
-¿Qué?
-Mordiéndotelo. Como en la cena. ¿Qué te
pasa?
-Nada. Tengo muchas cosas en la cabeza -
ella no se había dado cuenta de que se estuviera mordiendo el labio. Para ser
tan despreocupado, a Peter no se le escapaba una.
-Sé exactamente lo que necesitas. Ve a
ponerte el traje de baño.
-¿El traje de baño?
-Sí, vamos a nadar un rato.
-Pero si acabas de nadar. Y está oscuro,
hace frío y...
-Perfecto. Nadar por la noche es lo mejor
del mundo. Es justo lo que necesitas para conciliar el sueño. Confía en mí.
-No soy muy buena nadadora -y mucho menos
en el mar.
-Yo te vigilaré -Dijo él, guiñándole un
ojo-. Ve a ponerte el bañador. O, mejor pensado, ¿quién necesita bañador? -hizo
ademán de quitarse el suyo.
-¡No! No. Voy a ponérmelo -dijo ella, y
salió corriendo a su habitación. «Esto es una locura. Es medianoche. Puede que
haya tiburones», pensó, y acto seguido: «Oh, vamos, relájate. Sé espontánea por
una vez en tu vida. Quizá Peter tenga razón y esto hará que te entre sueño».
Se miró al espejo con el bañador: pálida,
asustada y nerviosa. ¿Se estaría volviendo loca?
Salieron juntos a la playa. La noche de
mayo era agradable, cálida, con una suave brisa. La arena le hacía cosquillas
entre los dedos y se movía bajo sus pies de aquel modo tan irritante, pero se
las arregló para seguir el ritmo de los largos pasos de Peter. Enseguida
llegaron a la arena húmeda. No estaba demasiado fría.
Sin embargo, el agua estaba helada. Lali
dejó escapar un gritito y después se tapó la boca con la mano.
-Grita libremente -dijo Peter-. No vas a
molestar a nadie.
Ella se dio cuenta de que tenía razón. La
playa estaba vacía, al menos hasta donde su vista alcanzaba en ambos sentidos,
y las luces de las casas estaban apagadas.
El agua le golpeaba suavemente los
tobillos y las pantorrillas. Se abrazó a sí misma y dio unos pasos atrás.
-Está demasiado fría.
-Vamos -le dijo Peter, tomándola de la
mano.
Ella sacudió la cabeza y se echó hacia
atrás.
-Salta, métete dentro -dijo él, y avanzó.
Se tiró y nadó un poco. Después fue hacia ella.
Su sonrisa irritó a Lali, que hizo un
esfuerzo y avanzó también.
-No sé qué demonios es esto -dijo al
sentir algo abombado bajo sus pies, rogándole al cielo que no la mordiera ni le
cortara un pie.
-No pasa nada dijo Peter. Se acercó a
ella a través del agua y la tomó en brazos. Ella dio un grito ahogado. Sintió
su pecho húmedo y frío contra la piel-. ¿Qué estás haciendo?
Él la llevó más adentro.
-Bájame.
-¿Estás segura? -preguntó él, y la dejó
caer de repente.
Ella salió chillando, respiró
profundamente y le golpeó el brazo mientras él huía.
-Eres malo.
-Lo superarás. ¿No te das cuenta de lo
agradable que es ahora? -dijo él, nadando hacia ella de nuevo, con el agua al
nivel de la barbilla.
-Prefiero tomarme las cosas de un modo
más... suave -dijo ella, sorprendida al darse cuenta de que el agua no estaba
tan fría, después de todo. Él tenía razón, demonios.
-Me apuesto lo que quieras a que te
quitas el esparadrapo de una herida poco a poco.
-En realidad, sí.
-De esa manera la agonía es más larga -él
se puso de espaldas-. Esto es vida, ¿no te parece?
Ella miró al horizonte. El océano estaba
oscuro y parecía amenazador. Sin embargo, allí mismo, con Peter, las olas la
mecían suavemente, la reconfortaban, acercándola y luego alejándola de él. Ella
se puso también de espaldas, como Peter, y miró al cielo fijamente, donde las
estrellas brillaban sobre un manto oscuro.
-Es bonito -admitió. Se volvió y
sorprendió a Peter mirándola. Sus miradas se cruzaron y la energía se movió
entre ellos como las olas en las que se estaban meciendo. Asombrada, se hundió
bajo el agua.